Las palabras se airean tendidas al silencio de la noche, frágiles, hermosas como la actriz, sueñan no romper la voz a manos de la escarcha.
Se cuartean al rigor de la polisemia en una encrucijada incierta. Callan y se contestan en un viaje interminable hacia su propia reconstrucción. Dicen tal cual llegan y desdicen para volver a decir. El sueño corpóreo de una ola en medio de la pesadilla. El sueño más íntimo de una caracola yace tras la tormenta.
Quedar suspendido en el aire de un aliento.
En los años cuarenta del siglo pasado la joven que quiere ser actriz alimenta el brillo de sus ojos al mismo tiempo que, en la intimidad de una sala de sesión continua busca calor y llena su estómago con un bocadillo de miel con queso. Años más tarde es ella la que se presta a las palabras para hacerlas apetitosas al estómago de nuevas existencias.
Nada ocurre salvo la rutina la luz se destapa en la vieja olla de culo quemado con olor a pescado congelado la yema del dedo sobre la misma piel el plato diciendo coma sobre la mesa inclinada tabaco al acecho del cuerpo cubierto apenas con bata de seda imagen antigua de bohemia idealizada o empeño sangriento de las pulgas en hacer creer en la felicidad de la desdicha
Pica cava la toba de madrugada y el hijo escava las malas hierbas cortando la flores nuevas sobre los huesos que guardan el flujo de de su conciencia.
A golpes sobre yunque bien templado estallan chispas de humanidad imposible resigna como no se resigna en círculos pequeños de báculo cansado reclamando su espacio
El sol calienta la mañana
Las imágenes del viaje no realizado penden en el tendal de la cocina.
La actriz desbarata su cabeza en el llanto que requiere la nueva tragedia. Son las palabras en la gravedad exacta del tono que pesa su consistencia lo que de forma vacua reluce su sonrisa que tinta la atmósfera de apartes mudos con los que reconstruye, se reconstruye en el sueño de la ola. Calienta las notas de su voz en el murmullo de una estación desierta
Espera. Piensa. Otea.
La actriz se habla a sí misma en un intento de mantener la cordura. El bisbiseo de su silencio contempla la belleza del suave balanceo de un cuerpo invisible sentado en un banco metálico. Inicia la danza del aire en su suave fluir intenso.