POEMA HOMBRE XVIII
la serenidad conduce al grito
desnuda al silencio resignado
que la mezquindad obliga
es un secuestro el del hombre
en sus propias manos
el rescate se hace imposible
en la vastedad del miedo
que abate la altivez de un paso
un pequeño paso
siempre en falso
en la sacudida de existencia
el grito no basta no uno solo
todos los gritos
los que subyacen no pronunciados
bajo espinazos doblados
que sonríen lo pequeño y lloran lo inmenso
POEMA HOMBRE/XVII
se entierra el tuétano sobre sí mismo
ella se postra de dolor sobre un incómodo asiento
ella la que permanece renaciéndose pierde la compasión
las calles la celebran la pasean sobre su propio entierro
o la defenestran
qué produce el dolor
dolor no es un hijo todos los hijos pero acaso
¿no somos hijos de nuestros hijos?
somos dice uno y en sí mismo miente y
no hay compasión en la voracidad de la que se alimenta
ella la que se postra habita dice de sublime belleza
tras la mirada sin sonrisa
A Ch. M.
POEMA HOMBRE/XVI
estar por encima como los pájaros
y sin embargo volar por abajo a veces
caer blanco y al asombro desnudarnos
ser por debajo pericia
la misma que los mismos dejaron
salir del letargo
ser estar volar caer dejar salir
vivir
echar un trago de la savia allí
donde el tronco se hace raíz y la semilla se entierra
caer a la renuncia por encima siempre
y sin embargo dejar salir seguir volando
POEMA HOMBRE/XV
entre el tu y el yo transita dicen
tristeza enquistada en su capacidad de multiplicarse y sin embargo
sin embargo bajo los pies se agitan las chispas
el alimento que hace florecer al corazón helado
en su necesidad de seguir brotando y perderse cristalino
entre el tu y el yo permanece dicen
la inextinguible voracidad del fuego en su capacidad de establecerse
como único reclamo inmediato aparece desaparece
entre el tu el yo extraviado
a nadie pertenece salvo digo
a la mirada que el rescoldo advierte
se erige así tras quinientos años de caer
la lengua asombrada con perfil de llama
de lo diminuto a lo incandescente
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POEMA HOMBRE/XIV
lo antiguo renace con la frecuencia del zurriagazo
la cadencia de la llama sobre la piel
cuando nada ocurre
bajo la serenidad de las piedras
cuando caen bajo desesperación
llega…. unos segundos… el trueno
he de creer en las ruinas
reclinarme ante la pervivencia que nos habita
con la docilidad del niño que apenas sabe lo que aprende y olvida el grito
el grito que sigue al desamparo que sigue y sigue al desespero
he de buscar como un granuja cobijo aislarme digo
proteger en silencio este cuerpo
y aprender los secretos que la muerte enseña
ser en sí mismo nadie tan solo ser
¿he?
he de ser blanco para pasar desapercibido por la mañana de luz
negro para sostener las pavesas del incendio
aplacar el dolor de mis píes con una danza desgañitada
guardar los secretos bajo la llama
ser
mariposa tiznada que amamanta con celo su dolor
y a pesar de todo
ser
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Caballitos de Troya
Unos metros más allá, en otra cueva, nació San Pedro Regalado, otro artista a su manera, o si no pruebe Vd. a bilocarse. El último lunes que lo intenté no conseguí más que caerme de la cama por el ímpetu con el que –puños apretados, ojos cerrados- lo intentaba. Finalmente tuve que ir a trabajar. Otro día, sin embargo, lo conseguí sin querer, como Miguel Rellán en AQNEP. Siempre escuché a mi padre decir que esa casa en la que nació el santo, el número 2 de Platerías, fue una antigua sinagoga, aunque puede ser que simplemente la familia tuviera origen judío y mi padre se liara. Mi padre, como todo escritor que se precie, suele inventarse lo que le parece oportuno si con ello consigue que la historia parezca menos falsa. (Click aquí para leer el artículo completo en cottagekilns)
POEMA HOMBRE/ XIII
yo
desterrado al grito ya yo lo dije
yo
escarbo entre las piedras
buscando aquello que no chuparon las raíces
aquello que permaneció imperturbable
en la pureza que levanta mis huesos
para exhalarlo sobre este aire pútrido
este aquí ahora
no para enarbolar banderas no
para llorar la condición en tromba sobre las pisadas
las que dejaron herida
cómo no hacerlo cuando se reniega a lo que se ha sido
bajo el peso de la maza en el ser esculpido
déjenme las esquirlas para cortarme con ellas
y será la sangre lo que reclamen mis gritos
matarse a sí mismo esforzarse
en nombrar su genocidio tambalearse
en el abismo mantener firme el paso
¿cuántas Hatras retumban bajo las pisadas
como retumban los tambores en la calle sobre ellas?
palmas y pitidos gritos se alejan despacio
bajo el peso del castigo
qué queda…
POEMA HOMBRE/XII
la credulidad habita entre los dedos fríos
mientras escribo buscando el calor corriente
yace seco el cauce por donde la verdad habita
de memoria y presente se colman yemas
un suspiro
del yo al autor del autor un vacío
¿describo?
sobre la forma en que percibo es obligado
ser sumiso para no caer
¿caer? ¿creer? ¿matar al autor?
desterrar el mí al abrazo del grito
continuar para continuar regando la sequedad
la imperfección trazada en huellas desdibujadas
parejas van credulidad y verdad
qué más verdad que lo que acontece en el subconsciente acontecido
regresar por el brillo seco que deja el caracol
y el para será que necesito
qué más credo que dibujar un camino
regresar por el brillo seco que deja el caracol
y el para será que existo
existir para no desistir
trabar la pausa para el respiro
TRAS EL ASOMBRO RESPUESTA
“Mi tesoro no está escondido:
resplandece en el bosque como el oro,
mas sólo un hombre ciego
puede hallar el camino que a él conduce”
Chantal Maillard
Y luego…
No escribir, quedarse mudo.
Ese instante de pensamiento gira.
Sobre un suelo desequilibrado florece el espanto,
se desplaza…
Con la cautela de la araña sobre su tela.
Solo gira el rodamiento.
El imaginario permanece, engorda, se asombra.
¿Incapacita el asombro a la pericia de la caricia que arranca la palabra?
…Qué queda… volver a leer, indagar la sorpresa… masticarla.
Tras el alimento el sopor nubla la mirada, parece que descansa…
Despertar.
El descanso limpia la mirada.
¿La limpia?
Cristaliza el sedimento encerrado
a la espera de ser hallado, tallado en la belleza de una lágrima
Y es entonces, tan solo entonces,
cuando se desata intangible sobre la página
el nudo que anida en la garganta.