A MI MADRE

        De niño me gustaba memorizar la lección copiándola varias veces en mi libreta de hojas cuadriculadas. Mi madre no entendía por qué no me bastaba con repetidas lecturas en voz alta, como se había hecho toda la vida, en lugar de gastar papel sin ton ni son. Cuando me sentía seguro de mis notas cerraba la libreta y se las repetía de viva voz, intentando no trabarme; no me gustaba que me corrigiera… con las palabras no. Otra cosa era la tabla de multiplicar. Me corregía siempre. Con ella aprendí que sumar ocho veces siete era lo mismo que multiplicar siete por ocho. Cuando  me di cuenta de  que mi problema radicaba en la comprensión de las palabras sumar y multiplicar,  tuve que darle la razón y entender que las palabras, además de bien escritas, tenían que estar bien entendidas

Eres la niña

                                                            ¡caprichosa!

con el desaliño de haber jugado

en el  silencio del balbuceo sin titubeos.

Eres la Doña en tu casa de muñecas,

sobre el sillón de mirada ciega.

                                                           Quieta.

Buscan tus ojos

en los de quien no sabes que te contempla,

ver qué piensan.

Tus manos de barro,

ya no juegan;

                                    tan solo a tientas.

Estás…

                                                         Niña,

en la sombra que dibuja tristeza,

mientras regalas tu sonrisa,

envuelta en la complicidad

de tu cansada inocencia.

Callan blancas

las paredes de la casa

donde habita la memoria.

Historias repetidas

se mezclan en tus palabras,

                                                   Niña

de pasos lentos.

¿Dónde queda?

Te preguntas ingenua.

¿Dónde queda?

Cuando reniegas de tu torpeza.

2 comentarios en “A MI MADRE

Replica a Alejandro Cano Sanz Cancelar la respuesta