RECUERDA

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No hizo falta recordártelo. No hubieras podido olvidarlo.

Comenzaste el día muy temprano. Eran la seis y media cuando el despertador te condujo a la ducha. El aseo fue impecable, minucioso diría yo.

Con apenas un café recalentado y malo saliste a la calle cuando el día empezaba a retomar el latido matutino.
–Buenos días- dijiste al taxista que te condujo al aeropuerto intentando acallar unos bostezos sonoros, en un tono seco, diría yo; no en vano eran las primeras palabras que intercambiabas. En la radio, de forma atronadora, seguían comentando los resultados del partido entre Paraguay y España de la tarde anterior. No te interesó. Sumida en tus propias preocupaciones llegaste al aeropuerto media hora antes de su llegada. Decidiste desayunar a solas, sin esperar a Juan. Estabas hambrienta.

En la distancia, Juan lucía un aspecto inmejorable. Tal vez tostado en demasía. Cuando todavía no te había reconocido le dedicaste la mejor de tus sonrisas. Cuando vuestras sonrisas se reconocieron dejasteis de ver al resto de pasajeros, sorteándolos sin evitar tropiezos y sin pedir disculpas por ello. Juan soltó su pequeña maleta y abrió sus brazos, recibiendo a cambio una sonora bofetada tuya que detuvo, momentáneamente, a los recién llegados haciéndoles dirigir su mirada hacia vosotros para continuar instantes después el camino de vuelta a sus casas.
-¡Patricia!- dijo Juan estupefacto y dolorido.
-¡No lo vuelvas a hacer! ¡Te quiero!-Dijiste.
Un año atrás, te habías pasado el día entero organizando la fiesta de cumpleaños de Juan. Era una celebración doble; Juan acababa de publicar un poemario muy elogiado por la crítica. Las expectativas eran muy buenas, no tanto por los beneficios económicos como por la autoestima recuperada de Juan. Era su primer poemario tras largos años de vagar por revistas locales sin más proyección que aparecer anunciado en el periódico también local.
Igualmente te habías levantado muy temprano para dejar el apartamento a punto para recibir a una veintena de amigos y allegados. Todo limpio y despejado para colocar platos, vasos, ceniceros, y botellas. Me atrevo a decir que el resultado no carecía de belleza. Siempre tuviste dotes para la decoración.
Saliste de casa, camino del mercado, radiante como una recién enamorada de veinte años. Estabas guapa de una manera especial aunque no tuvieras ya veinte años. Yo lo sabía, por supuesto; pero lo que lo engrandecía era que tú te vieras guapa y lo compartieras con los que te queríamos.
Compraste de todo para agasajar a tus amigos, entre los cuales estaba yo. La fiesta era una sorpresa para Juan y no quisiste la ayuda de nadie. No sabías como hacerlo para seguir alimentando ese amor incondicional que le llevabas demostrando los últimos seis años.
A partir de las nueve y media fuimos apareciendo todos. No voy a hablarte de ellos ahora. Irán llegando poco a poco sin apenas darte cuenta.

Juan regresaba habitualmente a partir de las diez y cuarto. Tenías cuarenta y cinco minutos para disfrutar a solas de la gente que querías, de recibir palabras de asombro y sorpresa por lo bien que te había salido todo.
Dos horas después estabas nerviosa, muy nerviosa. Juan no había llegado. En el trabajo te dijeron que salió diez minutos antes porque quería salir a cenar contigo. A las tres horas muchos se habían retirado y los que quedábamos intentábamos que recuperaras la calma. Estábamos llamando a la policía y a los hospitales.
Juan no apareció. Se esfumó como un soplillo.
A duras penas pasaste el año siguiente, como si vivieras con fervor en una continua Semana Santa castellana.Procesinabas la imagen de Juan en la mirada de la mañana a la noche. Los amigos no sabíamos cómo hacer para ayudarte a recuperar tu bella sonrisa. El domingo de Resurrección llegó a la entrada del cine, estabas con tu hermana Clara.
Recibiste una llamada de un número desconocido y la aceptaste, era Juan. Cuando reaccionaste le pudiste escuchar y responder con un sí…
-Me hubiera gustado escucharlo para ver cómo era. ¿Cómo puede ser ese sí?
Llegaba al día siguiente por la mañana al aeropuerto. No dijiste nada a Clara. Cuando llegaste a tu casa sólo tenías decidida una de las cosas que querías hacer. Darle una bofetada. Me lo contaste en una larga conversación telefónica. Yo estaba, como era habitual en mí, en una ciudad extraña cerrando operaciones comerciales. Hubiera acudido a tu lado… pero no hablamos de mí en aquella conversación.
Intentando no influir en tus decisiones te mostré todo mi apoyo: quería estar a tu lado pasara lo que pasara.Tenias que quitarte la mantilla y la peineta. No podías seguir sufriendo.
Presencié la bofetada en el aeropuerto. Sin saberlo había viajado en el mismo avión que Juan. Al reconocerte saliste corriendo sin mirar para atrás.
-¡Lo hubiera dado todo porque me hubieras visto en ese instante!-

Juan te llamó e intentó alcanzarte, yo salí disparado en tu busca y vi como te atropellaba un taxi. Fue leve, estás bien… ¿no recuerdas? A Juan no le he vuelto a ver.
Soy de los pocos amigos que recuerdas y por eso me has contado con todo detalle lo único que recuerdas: esa mañana en el aeropuerto, ¿Juan?, la bofetada, el desayuno, el taxista…
¿Te ayuda esta conversación a recordar

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